MASONERIA MEXICANA
La masonería llega al México colonial en la segunda mitad del siglo XVIII de la mano de emigrantes franceses asentados en la capital. De igual modo, aún sin sustento documental, es muy probable que existiesen logias itinerantes en el seno del ejército realista español destacado en la Nueva España. También, es muy posible que en el movimiento independentista, existieran masones, vinculados a la Orden a través de las ideas ilustradas de finales del siglo XVIII.
A partir de la independencia en el año de 1821, buena parte de los gobernantes de México, presumiblemente pertenecieron a la masonería. Apenas se produjo la independencia política, las pocas logias existentes salieron a la luz, multiplicándose rápidamente. En esa época la masonería jugó un papel protagónico en la historia de nuestro país, ya que al no existir partidos políticos, los ritos masónicos York y escoces, agrupaban por un lado a "liberales" y "conservadores".
El único momento en que la masonería mexicana estuvo bajo una sola institución, fue entre 1890 y 1901, cuando el presidente de la República, Porfirio Díaz, logra unificar las distintas obediencias, en muchos casos por la fuerza. Dada la variedad rituálistica y política de la masonería mexicana de aquellos años, en los hechos, la administración única para toda la masonería mexicana sólo puede mantenerse por medio de la coacción del Estado. De este modo, para 1901 la Gran Dieta Simbólica se autodisuelve.
Muchas logias, cuerpos y obediencias se crearon a lo largo del siglo XIX. De igual modo se introdujeron diversos ritos en la República Mexicana. No todos han sobrevivido hasta el día de hoy. Actualmente es abrumadoramente mayoritario el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, pero son también numerosos el Rito York y el Rito Nacional Mexicano. A principios del siglo XXI han encontrado cobijo otros ritos más comunes en otras latitudes.